HUIR A UNA CABAÑA PERDIDA


Pequeñas constelaciones,
La chica que no deja de soñar siente latir en su interior unas ganas enormes de huir, de escapar y quizás así olvidar la realidad.

El Covid-19 vuelve a resurgir con fuerza, llegan los confinamientos perimetrales, los positivos alrededor, el miedo y la desconfianza en un gobierno en el que creyó. 


Parece que las vidas no importan nada. Juegan con la población, ocultan, mienten, manejan, se suben el sueldo, las mascarillas se evaporan y los impuestos suben, los pequeños negocios cierran, un montón de familias tienen el peligro ahogándoles la respiración.


La chica que no deja de soñar cree que todos somos meros titeres en una historia cuya trama no conocemos realmente y cuyo final solo tiene un color: negro. Un negro azabache que abruma, que congela los latidos.


La chica que no deja de soñar necesita escapar, huir, refugiarse.


Hace casi un año todo era tan distinto...


Corría el mes de noviembre y miraba la luna y las estrellas desde la terraza de una cabaña de madera perdida entre los árboles.


Zeanuri. El susurro de la naturaleza. Dos Rednecks y muchas sonrisas. A veces la vida es fácil. A veces lo sencillo está impregnado de magia.


Cierra los ojos y suspira. Aquel noviembre fue mucho mejor que este. El lugar y la compañía definitivamente eran mucho mejor, convirtiendo aquella pequeña escapada en un recuerdo agradable que ahora provoca suspiros de nostalgia.


La chica que no deja de soñar se eleva y sueña con llegar a Cassiopeia. A donde sea pero lejos. Mejor mirar el cielo y despegarse del suelo. Mejor viajar a otros universos. Mejor dejar de sentir el miedo que provoca la incertidumbre latiendo en las venas.


Anestesiar no es de valientes, pero todos los guerreros y guerreras necesitan un tiempo de descanso para coger aire y fuerzas.


Y la chica que no deja de soñar lo necesita más que nunca.


La chica que no deja de soñar se eleva y sueña que se escapa. No necesita compañía. Solo huir a un lugar donde todo sea mejor que dónde está.


Cierran los centros de día. Quizás lo próximo sean las clases. Mientras sigamos vivos y con salud no importa. Tiene alguien por cuidarse, que de cogerlo no sobrevivirá. Sabe que manteniendo su cabeza a raya todo irá bien.


La chica que no deja de soñar observa Cassiopeia, imagina, inventa y salta hacia el vacío. 


Observa las estrellas desde una cabaña perdida entre los árboles. El viento susurra y la relaja el alma. La luna llena brilla para ella dándola fuerzas. 


La guerrera necesita huir para coger aliento. Como tod@s...


Un beso de polvo de estrellas...

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