BAJO EL MUÉRDAGO

Pequeñas constelaciones, 

La chica que no de soñar se entristece cada vez que llegan estas fechas. Intenta batallar su lado más “grinch” prendiendo luces en el árbol, haciendo galletas de jengibre y canela y preparando regalos.


No hay nadie esperándola bajo el muérdago.




Demasiadas sillas vacías. Los corazones imprescindibles no están y eso duele.


Son días de reflexionar, de hacer recuento, de pensar lo que queremos lograr y aquello que queremos dejar a un lado para poder avanzar, de planear listas que comenzar con el nuevo año, de fijar proyectos y nuevas metas.


La chica que no deja de soñar encontró el día antes de Nochebuena un poema sobre personas y canciones. Se ha sentido identificada y eso la tiene un pelín apagada. Pero ella se encenderá. Siempre se enciende. 


«Supongo que somos como las canciones, estamos de moda un tiempo, pero un día de la nada, dejamos de sonar y nos olvidan.»

-Eduardo Pardo-


La ha sucedido dos veces este año. Sentirse arriba para después sentirse abajo. Sentirse importante y después escuchar el eco del silencio. 


Ya conoce muy bien la sensación, hace años que está acostumbrada a ser una melodía que con el paso del tiempo deja de sonar, acostumbrada a que después de unos meses e incluso un año quieran volver a prenderla. 


Tarde...siempre es tarde...


Pero este año tan raro la ha traído sentimientos que no esperaba, la ha traído ganas de cambiarse por dentro, ganas de luchar, de no conformarse.


Estos días están siendo muy raros para ella.


Están siendo días de mensajes inesperados, de pequeños gestos que llegan sin avisar, de canciones que suenan y letras que la hacen pensar. Como si leer ese poema hubiera sido la chispa que enciende un fuego imposible de apagar y el resto un montón de señales de madera que arden y avivan las llamas. 


¿Por qué conformarse con ser una simple melodía que deja de sonar con el paso del tiempo, cuando puede ser una canción especial que merece la pena ser recordada por siempre?


La chica que no deja de soñar se encontraba pensativa cuando recibió un mensaje de un corazón amigo.


«Lo importante es seguir manteniendo esa esencia de canción, esa que a alguien le marca y le va a apetecer bailarla siempre...Sigue sonando, sin perder el ritmo y los acordes, sé tú, norteña...»


La chica que no deja de soñar ha hecho una promesa. 


Seguirá sonando, sin conformarse, y algún día quizás llegará quien quiera bailar bajo la lluvia, sin miedo a mojarse, y solo porque es bailar con ella.


Llegará un año en el que Yuletide vendrá y la pillará sonriente, sosteniéndose entre unos brazos y disfrutando de las luces y la música de manera distinta.


No piensa perder la esperanza.


Alguien en Cassiopea la ha susurrado que siga confiando. El verdadero extremo del hilo rojo está buscándola también.


Llegará el día en el que su melodía no dejará de sonar y entonces escribirá un mensaje con dedos temblorosos.


«Meet me under the mistletoe»


La chica que no deja de soñar prende el árbol y alza el volumen de las lucecitas de colores.


Una música navideña resuena y su sonrisa se enciende de manera instintiva.


Mira al cielo y lanza un beso de polvo de estrellas. Llegará a dónde tenga que llegar. 

¡¡FUERA, GRINCH!!

Queridas constelaciones,

La chica que no deja de soñar mira por la ventana.


Las luces navideñas de los vecinos ya están prendidas.


El viento sopla fuerte y la lluvia golpea el cristal arrastrándose. Ds un sorbo al café caliente mientras reflexiona.


Este año no tiene ilusión. No sabe cuándo pondrá el árbol blanco de bolas rojas, ni si lo llegará a poner. Demasiadas dudas y muy pocas ganas. Cuando hace años se moría por decorar la casa entera aunque no se lo permitieran.


Hace tiempo que las Navidades dejaron de gustarle. Desde que su padre falta a la mesa. Sin embargo, otros años permite danzar a su espíritu aniñado y se convierte en un duencecillo sonriente que decora, que hace galletas de jengibre y canela, que se pasa el tiempo preparando detalles pequeños y regalos para la gente que quiere.


La chica que no deja de soñar, este año no tiene ganas de nada.



Ha pensado escribir una pequeña carta a sus personitas. Pero las palabras se la esconden, las musas han decidido quedarse mudas y la inspiración no llega para crear algo bonito que merezca la pena.


Seguro que Aida la diría: mientras sea tuyo ya merece la pena. Pero hoy no la basta con eso.


Suspira hastiada mientras le da otro sorbo al café.


Observa la libreta. El bolígrafo está preparado para escribir, pero no puede.


La falta la luz de la Navidad. Está a oscuras. Igual que el cielo cuando le dominan las nubes negras.


Lo mismo si pusiera el árbol y prendiera las luces de colores... 


La chica que no deja de soñar lo intenta, desea no ser un grinch cascarrabias este año, de verdad que lo desea.


Demasiados días sin poder abrazar a su mejor amiga están haciendo mella, demasiados días sin energía, demasiados días de encierros y nueva normalidad.


No es capaz ni de abrir su corazón y dejarlo sangrar en palabras.


La chica que no deja de soñar apura el último sorbo del café y se calienta las manos al posarlas sobre la taza.


La lumbre encendida la recuerda los antiguos inviernos. Sonríe perdida en la nostalgia. Aquellas sí que eran Navidades. El olor a chocolate con churros, a castañas, a lumbre, a galletas y bizcochos...


La chica que no deja de soñar suspira, observa el cielo y lanza un beso de polvo de estrellas. A algún lugar llegará...

DESPERTAR EN TU MIRADA, de YOLANDA REVUELTA

Pequeñas constelaciones, Hace mucho que no escribo en este blog porque lo abandoné por otro universo paralelo. Al igual que dejé de escribi...