NOCHE DE SAN JUAN

Pequeñas constelaciones,

Ha llegado la noche de San Juan. 

La chica que no deja de soñar está un poco triste porque esta noche no podrá bañarse en el mar de madrugada ni bailar alrededor de la hoguera, ni hacer ningún ritual junto a su mejor amiga. 

El Covid llegó y aunque ya no hay Estado de alarma están prohibidas las hogueras.

Mira por la ventana, refugiada en el salón de casa del calor que hace afuera. Parece que el verano ha llegado para quedarse. No sabe cuánto durará porque se avecina tormenta pero están siendo días de cielos increíbles.

A ella no la gusta el calor porque la agobia mucho, la debilita. Es más de lluvia, de tormentas y de la energía de la luna llena.
Piensa en algo distinto que hacer esa noche. Ya sabéis que no es de las que se conforma.

Lleva días con tormentas eléctricas en su interior. 

¿Sabéis eso que sucede que cuando una persona está nerviosa, aparecen nuevas cosas a su alrededor que alteran más sus nervios hasta desestabilizar sus latidos por completo?

Pues eso la ha pasado a ella recientemente. Que estaba nerviosa por los estudios, pero muy feliz y ahora la burbuja de la felicidad se ha pinchado. Porque todo se ha vuelto negro a su lado.

Pero no os preocupéis. A la chica que no deja de soñar volverán a irle las cosas bien, como realmente se merece.

Porque si algo ha aprendido de la vida es que no ha llegado hasta donde está ahora sin sufrir, sin sentirse nadie, sin sentirse perdida, sin dudar.

Y ahora sabe lo que vale, ahora sabe lo que quiere y lo que no, sabe lo que realmente merece y lo que no. Ahora es una mujer fuerte. Y la fuerza de guerrera que lleva anclada a sus venas le dará la valentía para liberarse de todo y volver a volar libre. Sin nostalgia, sin tristeza y sin mirar atrás. Brillará de nuevo como siempre hace.

Lo bueno de entregar el corazón en cada situación de su vida es que puede estar orgullosa de sí misma. Y esa esencia que la hace ser ella siempre permanece aunque se la atasquen las dudas en el cerebro.

Volverá a brillar. De hecho, esta noche se ha propuesto hacerlo con mucha intensidad.

Es la noche de las brujas. Es la noche de prender las velas, de meditar en la oscuridad, de quemar en papeles naranjas todo aquello que ya no quiere tener en su vida, para que la energía de la noche más corta del año la impregne con su luz y la ayude a caminar por el camino que está marcado para ella.

Ya tiene en su cuarto las velas preparadas. Una naranja, una blanca de su signo zodiacal y quizás busque alguna más. 
Siempre número impar.

Tiene su runa nórdica del amor tintada en madera, porque sabe que el amor propio no debe fallarla nunca, su bote con sal y la carta a su alma gemela de antiguos rituales a la luna llena, tiene su fular de leopardo, sus cartas del tarot de Luis Royo y el incienso que ahuyenta las malas vibraciones.

Tiene la música preparada también. Wardruna. Necesita canciones que saquen su lado más salvaje y guerrero.


Todo saldrá bien. 

La chica que no deja de soñar sabe que conseguirá la energía que necesita para seguir adelante con su mejor sonrisa. Porque ahora sí sabe lo que vale, sabe lo que quiere y va a ir a por ello con la mente clara y la valentía como escudo de defensa. Hacha en mano. Pinturas de guerra tintando su rostro y el puño cerrado.

Porque es una guerrera y no ha llegado tan lejos para quedarse varada en mitad del camino. Nadie estropeará sus pasos. Nadie interrumpirá su sendero marcado.

Y en una de las noches más mágicas del año, ella encontrará de nuevo la luz. Está segura.

Antes de dormir, lanzará un beso de polvo de estrellas al cielo. Quizás llegue a Cassiopea. Quizás se pierda en algún otro lugar. 

LUCHAR POR UN FUTURO

Pequeñas constelaciones,

La chica que no deja de soñar está muy nerviosa.

Tiene el primer café de la mañana entre las manos. No ha pegado ojo en toda la noche y lo necesita porque está rota del cansancio.

Dentro de unas horas colgarán las notas en Yedra. Lo importante es su nota media de Bachillerato.

Después de 13 años con dos asignaturas pendientes este año se propuso acabarlo.

Sabe que ha aprobado. Lo que la tiene nerviosa es que acepten su solicitud en el Grado Superior que quiere. Administración y Finanzas. Pero para eso aún tendrá que esperar muchas semanas.

Todo su futuro depende de ello. No es su sueño. Su sueño es otro. Pero para seguir cumpliendo su sueño necesita un futuro.

La chica que no deja de soñar decidió un día de verano dar un portazo a su antigua vida y luchar por una que fuera cien por cien suya. 

Quería sentirse útil, independiente, y ser su mejor versión. Por eso ahora está luchando por tener un futuro realmente digno para no tener que depender de nadie.

Quiere sentirse más orgullosa de si misma. Quiere que cuando llegue alguien a su vida también esté orgulloso de ella. Sin reproches. Sin miradas por encima del hombro.

Tener algo que ofrecer a quien se quiera quedar.

Están siendo días intensos para ella. Demasiado intensos. Está viviendo en una montaña rusa de emociones. Unas veces está arriba y otras abajo, para después volver a subir y bajar. 

Pero no pierde la esperanza de que todo salga bien esta vez. Se lo merece. Se merece que el viento sople a su favor después del caos y de las caídas.

Después de sentir que ha perdido mucho tiempo de su vida. Después de tres años a la deriva, sin nada definido, ella cree que es su tiempo de florecer. De pelear con todas sus fuerzas por su vida. Por su futuro y por su sueño.

Ha aprendido que nunca es tarde para luchar cuando se quiere algo de verdad.

Que nunca es tarde para dejarse la piel por algo en lo que se cree. 

Y la vida no es fácil. Lo sabe. Hace mucho tiempo que aprendió a perder. Y a veces la oscuridad ciega. Pero ella siempre acaba encontrando la luz en las estrellas. Y eso es lo único que la importa ahora. La luz. Las personas que la llenen de luz. Los sueños que la hagan sonreír. Aquello de la vida que mantenga su ilusión.

La chica que no deja de soñar se acaba el café de un trago. Friega la taza, la seca y la guarda.

Va a su cuarto y cierra la puerta. Prende las velas con el mechero y cierra los ojos. Suspira hondo. Medita unos minutos. Necesita calmarse y que fluya la energía que lleva dentro.

Saca las cartas del tarot de Luis Royo de su caja. Sostiene la baraja entre sus dos manos, con los ojos cerrados mientras calma sus respiraciones y se deja llevar hacia donde las preguntas tienen posibles respuestas. Hace una pregunta muy clara. La repite varias veces como si fuera un mantra.

Posa las cartas sobre su pañuelo de leopardo rojo. Corta la baraja en dos. Coloca un montón sobre el otro.

Saca tres cartas y las da la vuelta.

Sonríe. Pregunta contestada y resultado favorable.

Se queda un poco más tranquila. Pero solo un poco. Sabe que todo puede cambiar en cualquier momento. Las cosas siempre cambian y a veces no caminan como quisiéramos.

Ella que no creía en esas cosas. Y últimamente la están ayudando tanto a encontrar un poco de serenidad. Desde que está desarrollando más su lado espiritual es feliz. Demasiadas señales de la naturaleza para no hacer caso. Demasiadas palabras de la luna en las noches más oscuras.

Guarda las cartas. 

Se tumba sobre la cama y con las velas aún prendidas busca una canción de Eluveitie que siempre saca la guerrera que lleva dentro.

Ya está cansada de perder. Ahora quiere ganar. Se merece ganar. Y es justamente eso lo que visualiza.

Sabe que va a necesitar esa guerrera más que nunca para pelear por su futuro. Se avecinan meses complicados. Muy complicados. Muchos cambios. Pero en el fondo de su corazón sabe que nada es imposible. Solo la muerte trunca los planes. Todo lo demás se puede superar.

Y ella está dispuesta a luchar y dar lo mejor de si. Porque cuando pone empeño todo sale bien. Todo esfuerzo es recompensado.
Pulsa el play, cierra los ojos y siente como su corazón late más tranquilo. Siente las fuerzas elevándose.



Se imagina volando hacia un universo donde los sueños se hacen realidad, donde todo esfuerzo tiene una respuesta satisfactoria, donde el sudor y las lágrimas merecen la pena.

Se imagina luchando una batalla y ganando. Con la cara y las manos ensangrentadas pero saliendo victoriosa. Y es lo único que importa.

Canta y vuela. Y con una sonrisa brillante en su rostro lanza un beso de polvo de estrellas. ¿A dónde llegará?

VACIANDO EL CORAZÓN

Pequeñas constelaciones,

La chica que no deja de soñar ha despertado con la firme idea de vaciar su corazón.

Lleva mucho tiempo silenciando aquello que la escuece, que la hace dudar, que la provoca miedo.

Se ha levantado con fuerza. «Lo niego todo» de Joaquín Sabina sonaba en la radio cuando despertó. Y ella ha decidido no negar nada, abrirse en canal, ser sincera. Dejar que las palabras fluyan y crecer a través de ellas.

Ha desayunado un café cargado, negro y sin azúcar, como a ella la gustan. De esos que resucitan a los muertos y deshacen hasta al Morfeo más persistente.

Se ha dado una ducha de agua caliente. Necesitaba sentir el agua desperezando sus músculos, relajándolos después de unos días de nervios incontrolados. 

Se viste. Camiseta de cerveza artesana, sudadera de una de sus bandas de metal favoritas, vaqueros y playeras.

Así es la chica que no deja de soñar. De rutinas, simple para algunos, de gustos sencillos, no necesita lujos para sentirse cómoda.

Prende el incienso y enciende las velas. Abre el portátil, escoge la música que la acompañará durante algunos minutos, hasta que se cansé de ese bucle celta y busque canciones de esas que la hacen gritar y tener ganas de bailar.

Se coloca los cascos para evadirse de la realidad. El mundo deja de existir. 

En ese instante tiene un pie en el mundo en el que vive, y otro junto todo a su cuerpo en un universo paralelo donde nada la hace daño, donde su corazón habla, grita, sangra, vuela y se reconstruye.

Empieza a teclear. Una frase de Robert Frost, que hace días la ha hecho temblar, cobra vida en la página blanca de Word.

Ella es así. Busca frases que la motiven, que la hagan reflexionar, y las apunta todas en una vieja libreta a la que volver cuando necesita fuerzas.

Algunas de ellas tienen la capacidad de crear submundos dentro de su cerebro, como pequeñas chispas eléctricas que prenden el mayor de los infiernos.

Y dentro de su corazón hay desatado un infierno. Una mezcla de miedos, dudas, ganas de comerse el mundo a bocados, sueños difíciles, pasado, presente y un futuro desdibujado que no logra ver y que la tiene preocupada. La estrella librinana anclada a sus venas quiere tenerlo todo controlado y no poder hacerlo es lo que a veces la consume. 

Sabe que cuando se deja llevar las mejores cosas ocurren. 

La chica que no deja de soñar sabe que la vida sigue. Que lo malo siempre aparece tras una vuelta a la esquina cuando menos lo esperamos y que por eso hay que vivir como si fuera el último suspiro disfrutando lo bueno.

La vida continúa. Aunque queramos detenerla unos instantes, aunque no nos sintamos preparados, aunque se nos confundan los latidos; ella sigue su curso sin nosotros, descontándonos el tiempo a vivir.

Y si no vivimos a pleno pulmón acabamos perdiendo un tiempo que no recuperaremos jamás.

La chica que no deja de soñar, suspira mientras escribe. Percibe que cuando se levante de la silla esa tarde no va a ser la misma mujer que cuando se sentó hace unos minutos.

La sucede siempre.

Sabe quién es la chica que se sienta a escribir, pero no la mujer que se levantará después, no la que apagará el ordenador tras haber vaciado su corazón, no la mujer que soplará las velas hasta apagarlas mientras observa la vida desde el cristal de la ventana y para la que todo habrá cambiado de repente. En un chasquido de dedos.

La chica que no deja de soñar sabe que escribir la ayuda a echar la mierda fuera de su interior, escribir sana su alma, la abre los ojos, la da fuerzas para enfrentar todo lo que esté por venir. 

La chica que no deja de soñar sabe que escribir la hace sentirse invencible, grande, diferente a todas las demás personas del planeta, la hace valorarse mucho más como mujer al aprender de cada letra.

La chica que no deja de soñar canta, suspira, toma aliento y sigue pulsando las teclas. Recorre caminos inesperados que la muestran respuestas que ni siquiera sabía que necesitaba.

Sonríe. Pero también siente congoja en la boca del estómago y ganas de llorar. 

Esta vez deja que las lágrimas broten. No quiere silenciarlas. Sabe que debe vaciar el corazón al completo para seguir adelante.

Sigue tecleando, vaciando el corazón, susurrando.

La chica que no deja de soñar, respira hondo y mira al cielo. 

Escucha el aleteo de sus ángeles acompañándola en ese viaje de prosa incierta, sonríe y regala un beso de polvo de estrellas hacia las nubes.

Siempre llegará a dónde tenga que llegar.




MERIENDAS Y SONRISAS

Pequeñas constelaciones,

La chica que no deja de soñar está muy contenta.

Acaba de llegar a casa después de una merienda fantástica.

Después de muchos meses ha podido compartir una tarde de confidencias con su rubia preferida y el pequeño demonio. 

Su rubia también es su Always and Forever. Por eso su inicial, K, está tintada en el trébol de cuatro hojas. Tiene pocos amigos, pero los que tiene son de verdad. Y después de todo lo que ha vivido es lo que la llena el alma cada día cuando aprieta la soledad en las noches de insomnio.

Su sobrinito postizo cada día está más grande. De pequeños crecen a una velocidad de vértigo.

—Holaaaa!!! —le hace cosquillas y sonríe.

Ya había pasado demasiado tiempo desde la última vez. Y las sonrisas del pequeño y de su rubia son de las que recargan ls energías.

Cuando la vida era normal, ella iba a casa de su amiga a merendar y después se iba a las clases de matemáticas del instituto.

Habían estado meses sin verse, y por fin ha podido darles un abrazo, con mascarilla incluida y mucho cuidado, pero su corazón ya está feliz.

Y es que a veces basta solo un pequeño instante para llenar un corazón de felicidad durante días...

Porque no es lo mismo escribirse todas las semanas, que poder verse cara a cara, aunque no puedan abrazarse todo lo que les gustaría, aunque haya dos metros de separación, aunque los selfies sean con mascarilla y a más distancia que antes.

Al menos pueden mirarse a los ojos y decírselo todo.

Porque con su rubia favorita, la chica que no deja de soñar, tampoco tiene que hablar mucho para que ambas sepan cómo se sienten. Juntas han pasado por muchas cosas.

Desde que se conocieron se creó un vínculo indestructible, que ni la rutina ni el camino distinto de ambas podrá destruir.

La chica que no deja de soñar da gracias a sus ángeles por haberla puesto en su camino, por haberla tenido en aquel primer desayuno juntas que cambió toda su vida. Desde aquellas primeras lágrimas nada volvió a ser igual.

Aquel día fue duro, fue la primera vez en mucho tiempo que la chica que no deja de soñar ponía las cartas de su vida sobre una mesa y les daba la vuelta mostrando aquello que estaba mal.

Y ahí estaban, años después, merendando y sonrientes, porque a ambas empezaba a tratarlas la vida como merecían. Con dosis continuas de felicidad. La lucha había traído los éxitos. Y eso era lo único que importaba.

La una era una mamá feliz, con su hogar formado y el pequeño revoltoso creciendo aún más feliz que sus padres de verle corretear por la casa.

La otra había publicado una novela con una editorial y finalizado sus estudios claves para poder evolucionar. Tenía mucho más de lo que hubiera pensado nunca que podría conseguir después del tiempo perdido.

Sus meriendas se habían convertido en un ritual importante. Era su momento de contarse todo, de ponerse al día, de liberalizar el corazón de aquellas dudas o miedos que le encadenan a momentos. Entre amigas todo es más fácil.

Mientras se tomaba el café con una napolitana de chocolate, se acordó del donut rosa que la regaló por San Valentín.

Hay parejas que no se quieren. La consta. Hay muchas que siguen juntas por comodidad, por no dar el paso a discutir o a romper, por comodidad.

Y ella estaba soltera pero tenía amig@s que la querían mucho más de lo que se querían esas parejas fallidas aparentemente perfectas. 

Y todos los gestos, los detalles, los abrazos y las sonrisas, iban a quedarse en su corazón para siempre. Era muy afortunada. 

Si algo la había demostrado todo lo vivido durante el Covid era que una de las mejores cosas de la vida era encontrar personas que nos ayuden a hacer de los pequeños instantes los mejores recuerdos.

Ahora en casa, se toma el último café del día mientras observa la calle desde la ventana. Busca el canal de YouTube en el móvil y pone la canción de Bebe, que su rubia le dedicó en uno de sus detalles. Y se siente fuerte. Se siente la mujer de su vida. Como siempre que tiene a su gente al lado. Mucho más fuerte de lo que ya es cuando está sola. Imparable.

Lanza un beso de polvo de estrellas al cielo y baila con una sonrisa enorme en su rostro.




DESPERTAR EN TU MIRADA, de YOLANDA REVUELTA

Pequeñas constelaciones, Hace mucho que no escribo en este blog porque lo abandoné por otro universo paralelo. Al igual que dejé de escribi...