MERIENDAS Y SONRISAS

Pequeñas constelaciones,

La chica que no deja de soñar está muy contenta.

Acaba de llegar a casa después de una merienda fantástica.

Después de muchos meses ha podido compartir una tarde de confidencias con su rubia preferida y el pequeño demonio. 

Su rubia también es su Always and Forever. Por eso su inicial, K, está tintada en el trébol de cuatro hojas. Tiene pocos amigos, pero los que tiene son de verdad. Y después de todo lo que ha vivido es lo que la llena el alma cada día cuando aprieta la soledad en las noches de insomnio.

Su sobrinito postizo cada día está más grande. De pequeños crecen a una velocidad de vértigo.

—Holaaaa!!! —le hace cosquillas y sonríe.

Ya había pasado demasiado tiempo desde la última vez. Y las sonrisas del pequeño y de su rubia son de las que recargan ls energías.

Cuando la vida era normal, ella iba a casa de su amiga a merendar y después se iba a las clases de matemáticas del instituto.

Habían estado meses sin verse, y por fin ha podido darles un abrazo, con mascarilla incluida y mucho cuidado, pero su corazón ya está feliz.

Y es que a veces basta solo un pequeño instante para llenar un corazón de felicidad durante días...

Porque no es lo mismo escribirse todas las semanas, que poder verse cara a cara, aunque no puedan abrazarse todo lo que les gustaría, aunque haya dos metros de separación, aunque los selfies sean con mascarilla y a más distancia que antes.

Al menos pueden mirarse a los ojos y decírselo todo.

Porque con su rubia favorita, la chica que no deja de soñar, tampoco tiene que hablar mucho para que ambas sepan cómo se sienten. Juntas han pasado por muchas cosas.

Desde que se conocieron se creó un vínculo indestructible, que ni la rutina ni el camino distinto de ambas podrá destruir.

La chica que no deja de soñar da gracias a sus ángeles por haberla puesto en su camino, por haberla tenido en aquel primer desayuno juntas que cambió toda su vida. Desde aquellas primeras lágrimas nada volvió a ser igual.

Aquel día fue duro, fue la primera vez en mucho tiempo que la chica que no deja de soñar ponía las cartas de su vida sobre una mesa y les daba la vuelta mostrando aquello que estaba mal.

Y ahí estaban, años después, merendando y sonrientes, porque a ambas empezaba a tratarlas la vida como merecían. Con dosis continuas de felicidad. La lucha había traído los éxitos. Y eso era lo único que importaba.

La una era una mamá feliz, con su hogar formado y el pequeño revoltoso creciendo aún más feliz que sus padres de verle corretear por la casa.

La otra había publicado una novela con una editorial y finalizado sus estudios claves para poder evolucionar. Tenía mucho más de lo que hubiera pensado nunca que podría conseguir después del tiempo perdido.

Sus meriendas se habían convertido en un ritual importante. Era su momento de contarse todo, de ponerse al día, de liberalizar el corazón de aquellas dudas o miedos que le encadenan a momentos. Entre amigas todo es más fácil.

Mientras se tomaba el café con una napolitana de chocolate, se acordó del donut rosa que la regaló por San Valentín.

Hay parejas que no se quieren. La consta. Hay muchas que siguen juntas por comodidad, por no dar el paso a discutir o a romper, por comodidad.

Y ella estaba soltera pero tenía amig@s que la querían mucho más de lo que se querían esas parejas fallidas aparentemente perfectas. 

Y todos los gestos, los detalles, los abrazos y las sonrisas, iban a quedarse en su corazón para siempre. Era muy afortunada. 

Si algo la había demostrado todo lo vivido durante el Covid era que una de las mejores cosas de la vida era encontrar personas que nos ayuden a hacer de los pequeños instantes los mejores recuerdos.

Ahora en casa, se toma el último café del día mientras observa la calle desde la ventana. Busca el canal de YouTube en el móvil y pone la canción de Bebe, que su rubia le dedicó en uno de sus detalles. Y se siente fuerte. Se siente la mujer de su vida. Como siempre que tiene a su gente al lado. Mucho más fuerte de lo que ya es cuando está sola. Imparable.

Lanza un beso de polvo de estrellas al cielo y baila con una sonrisa enorme en su rostro.




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