¿TE PIERDES CONMIGO?

Pequeñas constelaciones,


La chica que no deja de soñar lleva encadenando insomnios varias semanas. Parece que su cuerpo se niega a estabilizarse aunque ya todo se haya “normalizado”. O quizás es que su cerebro sigue pensando demasiado.


Lleva dos cafés negros con unas gotas de leche de coco en menos de dos horas. Su sonrisa brilla pero está preocupada por algo que desconoce. 


¿Conocéis esas sensaciones extrañas que se sienten como una presión en el pecho, una especie de percepciones de que algo llegará en breve para sacudirnos?


Pues eso la pasa a ella hoy.


Tiene un presentimiento pero no sabe de qué. No sabe si la sacudida que se encamina hacia ella para chocar irrefrenablemente será buena o mala.


Observa la naturaleza sentada en las escaleras de la entrada. Los vecinos van y vienen. Demasiados días viendo la vida pasar. A veces cree que el tiempo se la escapa. Otras es capaz de detenerlo entre sonrisas al paso de los recuerdos. Otras la gustaría estar a mil kilómetros de ahí, perdida en cualquier parte del mundo. 


Da el último sorbo al café. Sabe amargo en su paladar. Sin embargo, desde las estrellas alguien ha soplado las velas de los deseos y ha conseguido que uno, al menos, se haga realidad.


Su iPhone tintinea con la entrada de un mensaje de WhatsApp. Una imagen de una furgoneta y una proposición.



«Tú y yo. En busca de las Perseidas y las Delta Acuáridas. Algún lugar de los Picos de Europa. Comida y bebida en la furgoneta. ¿Te pierdes conmigo?»


Llevaba semanas sin quedar con él. Se puso nerviosa. 


Lo que antes había sido un presentimiento en ese momento se convirtió en certeza. Él no era como los demás. Él dejaba ausencia cuando desaparecía, y sonrisas tristes cuando no tenía sus locuras para hacerla reír.


Él no provocaba sacudidas. Él era el puto amo para crear desórdenes en su corazón, en su sangre y en su cerebro. Porque con él nunca nada era como parecía. Porque tenía la capacidad de lograr que sus creencias se tambalearan, de crear nuevas reflexiones, de desarmarla, de desequilibrar su balanza. Pero no para mal como habían hecho todos antes, sino para bien. Él siempre la enseñaba una nueva perspectiva para ver las cosas, otros horizontes, otras realidades universales.


Y la chica que no deja de soñar no está acostumbrada a eso. No ya.


Mira el mensaje y duda. No sabe si aceptar. Tiene miedo. Por primera vez en mucho tiempo. Porque él no es un juego. No es uno más en su lista de fracasos.


La chica que no deja de soñar cierra los ojos. Intenta escuchar algún mensaje de sus ángeles.


Enciende la vela blanca y la roja. Da al play en la lista de Wardruna. Canción: Wunjo. La runa de la felicidad. Su runa protectora.


https://m.youtube.com/watch?v=heDBX-HCMDA


Y mientras la escucha, con ojos cerrados, su corazón se tranquiliza. Cada latido resuena en sus sienes y decide contestar al mensaje.


«Por supuesto. Contigo al fin del mundo. ¿Cuándo nos escapamos?»


Tiene miedo. Y sin embargo cuando está con él su cerebro se apaga y siente una paz infinita en el alma.

Su alma guerrera está dispuesta a pelear. A abrir la puerta de su corazón, de par en par, y que pasé lo que tenga que pasar.


Las velas siguen prendidas y la chica que no deja de soñar recuerda dos de las frases que tiene apuntadas en la libreta de su nuevo proyecto.


«Los budistas dicen que si conoces a alguien y tu corazón late con fuerza, tus manos tiemblan y tus rodillas se vuelven débiles, no es la persona indicada. Cuando tú conoces a tu alma gemela, sientes calma. Nada de ansiedad, nada de agitación».


«Tu alma gemela es alguien que no vendrá a tu vida silenciosamente. Es alguien que vendrá a cuestionar tus convicciones, a cambiar tu cotidianidad, alguien que marcará un antes y un después en tu vida.

No el ser humano que siempre idealizaste».


Por eso la chica que no deja de soñar sabía que era él. Lo presentía en cada beso, en cada acurrucarse cuando estaban en silencio después de haberse devorado los cuerpos.


Llegó otro mensaje suyo. Sonrió de una forma mucho más brillante. Acelerada preparó el saco de dormir, la esterilla y una pequeña mochila.


Volvió a poner la canción de Wardruna. Esta vez a todo volumen y el baño mientras se daba una ducha.

Pronto el claxon de una furgoneta sonaría en el jardín.


Y mientras el agua caliente se resbala por su cuerpo, la chica que no deja de soñar lanza dos besos de polvo de estrellas hacia el cielo. Llegarán a dónde  tengan que llegar.


Al día siguiente, la energía de esos besos quizás aún navegase entre la lluvia de Perseidas y Delta Acuáridas.

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