HAIKUS EN LA MADRUGADA

Pequeñas constelaciones,

La chica que no deja de soñar ha aprendido mucho durante el confinamiento. Batalla cada día una guerra contra sí misma. Su peor enemigo se esconde en su cabeza.

El insomnio la desvela. Ya no puede dormir si no es con pastillas.

La nueva realidad impide el contacto, los besos y los abrazos para la no transmisión del virus.

Ella, que siempre ha sido de tocar, de abrazar, de besar porque sí y sin motivo o necesidad...ahora no puede.

Y a veces la consumen las ganas. La ansiedad la ahoga fuerte y la quiebra el ánimo cuando se siente lejos de los que quiere. Porque echa de menos y no tiene.

Pero ya sabéis como es. Se levanta enseguida porque siempre ha sido una guerrera rebelde. No se conforma, y busca mil y una maneras de expresar sus sentimientos, de sacar lo que ronca dentro de sus venas, de mostrar lo que acelera los latidos de su corazón y prende las sonrisas de sus labios.

Se niega a volverse gris. Ahora que ha vuelto a ser luz no quiere apagarse. Ya sabe lo que es estar a oscuras. Ya estuvo muchos años así.

La chica que no deja de soñar ha aprendido a besar con la mirada, a abrazar con palabras y a tocar el corazón de los que quiere con pequeños detalles que llenan el alma y lo encienden de fuerzas para seguir.

La chica que no deja de soñar envía un beso en un selfie pícaro, un abrazo que se balancea en un gif, enlaces de canciones que curan cicatrices, un «te quiero» plasmado en un haiku desordenado, muchos deseos y alguna locura por hacer tintados en imágenes.

Porque en un montón de pixeles también puede navegar un beso robado, o un instante de éxtasis antes del catártico clímax.

Porque todo esto pasará y entonces volverá a apurar cada segundo que la vida la regale. Porque todo nace, muere y se desvanece. Y lo tiene más claro y presente que nunca.

A veces la vida es así de injusta. Pero siempre lo es por un motivo. O eso le gusta pensar a ella.

Quizás era el tiempo de que los seres humanos se dieran cuenta de lo que tenían, de lo que estaban olvidando, de lo que podían perder, de aquello que estaban dejando de lado, de lo que estaban desperdiciando, de lo que estaban matando con el mero hecho de ser como eran.

La chica que no deja de soñar no quiere que nada ni nadie la vuelva a robar su tiempo. No quiere perderlo más.

Necesita volar, necesita crear, necesita amar y elevarse. Necesita sonreír a destiempo, besar sin ataduras y fundirse con el fuego de los abrazos que brindan fuerzas. Necesita recomponerse en una mirada sincera a centímetros de piel con piel, entre saliva y salitre. Necesita ser ella quien detenga un momento vivido para hacerlo eterno. Necesita la libertad de no sentirse enjaulada, ni triste, ni pequeña.

La chica que no deja de soñar escribe palabras desordenadas que disfrazan ilusiones, deseos y sueños, mientras llega su momento. Llegará. Porque todo llega. Nunca llueve eternamente.

La chica que no deja de soñar, no puede dormir. Se levanta y sube la persiana. Observa el silencio de la noche desde la ventana de su dormitorio. Cierra los ojos, respira lento y late Haikus. Luego los  transcribe entre suspiros en el vaho de la ventana. La luz de la luna hace brillar a la tibiedad de la lluvia que impregna los cristales con su lento devenir.

Con la yema de sus dedos dibuja:

«En un suspiro,
un beso eléctrico
a tus labios».

«Baila la luna,
rodeada de estrellas.
Brilla, pequeña».

«Un gran abrazo
y te me cuidas mucho.
Sonríe con ganas».

«Sopla el viento.
Te lleva un te quiero
desde mi alma».

Traza mensajes entre las gotas de lluvia deslizantes que llegarán a sus destinatarios.

Después mira al cielo y lanza un beso de polvo de estrellas. Llegará a donde tenga que llegar.

Y en el limbo de los mensajes que no se mandan por cobardía o quizás por timidez...

Cupido aprieta el gatillo...

https://m.youtube.com/watch?v=PSMj1C9B_JY


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